Campamento de Familias en el Sisga: una experiencia de encuentro, naturaleza y comunidad

En El Taller creemos que la educación trasciende las paredes del aula. Cada experiencia que compartimos fuera del colegio es una oportunidad para aprender, crecer y fortalecer los lazos que nos unen como comunidad. Nuestro Campamento de Familias en el Sisga fue justamente eso: un encuentro lleno de alegría, naturaleza y aprendizajes compartidos, donde padres, niños y guías nos unimos en un mismo espíritu de confianza, colaboración y celebración de la vida.

Una fiesta en familia

La primera noche comenzó con una verdadera fiesta de integración. Alrededor de la música, el canto y el baile, disfrutamos de momentos donde grandes y pequeños compartieron risas, canciones y juegos. Los niños se expresaron con libertad, bailaron, cantaron y nos contagiaron su energía, recordándonos lo valioso que es celebrar juntos, sin importar la edad. Estos espacios recreativos se convirtieron en una manera de fortalecer los vínculos entre las familias, dejando de lado la rutina y abriendo paso a la cercanía y la confianza.

Caminata por las montañas

El campamento también nos llevó a recorrer los paisajes del Sisga en una caminata alrededor de las montañas. Guiados por el deseo de conocer más de este territorio, descubrimos su historia, sus tradiciones y la importancia de cuidar la naturaleza que lo rodea. El contacto directo con el paisaje nos permitió valorar el equilibrio entre el ser humano y su entorno, un principio fundamental que inspira todo el proyecto educativo del Taller.

Los niños, con ojos curiosos y preguntas constantes, fueron los protagonistas de esta experiencia: exploraron senderos, observaron la diversidad de plantas, respiraron aire puro y vivieron de primera mano la conexión con la tierra, esa misma conexión que buscamos fortalecer día a día en la huerta escolar y en nuestras actividades cotidianas.

Encuentro con los animales de la granja

Uno de los momentos más emocionantes del campamento fue la visita a la granja. Allí, las familias pudieron acercarse a distintos animales y vivir experiencias inolvidables: vimos el nacimiento de un ternero, compartimos con cerdos, vacas y caballos, y descubrimos cómo estos animales forman parte de nuestra vida al proporcionarnos alimentos esenciales.

Los niños se sorprendieron al conocer de cerca cómo se produce la leche y cómo a partir de ella se pueden elaborar quesos de diferentes tipos, que luego degustamos con gratitud y asombro. Esta experiencia directa despertó reflexiones profundas: valorar el esfuerzo de la naturaleza y comprender que detrás de cada alimento hay un proceso que merece nuestro respeto.

La vida en campamento

Las jornadas estuvieron llenas de juegos, exploración y momentos sencillos que se volvieron mágicos. Al caer la tarde, compartimos juegos tradicionales como correr, montar bicicleta, jugar escondidas y disfrutar del paisaje bajo los tonos dorados del atardecer. En la noche, alrededor de la chimenea, las conversaciones fluyeron, los niños contaban sus anécdotas del día y los adultos encontramos un espacio de tranquilidad para conectarnos con la calma y con nosotros mismos.

Dormir en el campamento fue toda una aventura: para algunos era la primera vez, y la emoción de armar la casa de campaña, preparar las linternas y escuchar los sonidos de la naturaleza hizo que la experiencia quedara grabada como un recuerdo especial. Para otras familias, la estadía en casa también fue un espacio de compartir y descansar, sin perder la esencia del encuentro.

Actividad de confianza y colaboración

Como parte de nuestra filosofía, realizamos una actividad pensada para fortalecer los lazos de confianza y el trabajo en equipo. A través de dinámicas colaborativas, las familias experimentaron la importancia de apoyarse mutuamente, escuchar al otro y valorar el esfuerzo conjunto. Estas actividades no solo refuerzan las relaciones familiares, sino que reflejan uno de los pilares de El Taller: aprender a convivir y crecer en comunidad, construyendo juntos desde la cooperación y el respeto.

Compartiendo los alimentos

Cada comida fue también un motivo para unirnos. Los desayunos, almuerzos y cenas compartidas se convirtieron en espacios de conversación, risas y gratitud. Alrededor de la mesa vivimos la experiencia de comer como comunidad: desde los más pequeños hasta los adultos, todos participamos en servir, recoger y agradecer. Estos momentos de alimentación compartida fortalecen el sentido de pertenencia y nos recuerdan que los vínculos se construyen en la cotidianidad.

Un campamento que deja huella

El Campamento de Familias en el Sisga no fue solo un paseo o una salida recreativa: fue una oportunidad para crecer como comunidad, para mirar a los ojos a nuestros hijos y a otros padres, para aprender de la naturaleza, valorar el territorio y descubrir que, cuando trabajamos juntos, la experiencia se multiplica.

Este tipo de campamentos, que realizamos una vez al año, son una manera de reafirmar lo que somos en El Taller: una comunidad que aprende junta, que se apoya, que celebra la vida y que cultiva día a día los valores de la paz, la confianza y el respeto por la naturaleza.

Nos regresamos del Sisga con el corazón lleno de alegría, la mente nutrida de aprendizajes y la certeza de que cada momento compartido deja huellas profundas en los niños, en las familias y en el proyecto que construimos juntos.

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